Hoy me levanté… abrumada por todo lo que dejó Terry, así es como decidí llamar al movimiento de 8.8 para evitar repetir esa palabra que a estas alturas ahonda la herida. Pero pude hacerlo en mi cama, en mi gigante egoísta de 25 pisos que aún permanece de pie, con la incertidumbre circulando por escaleras, subterráneos, pasillos y departamentos…esa que susurra al oído su indecisión de si comienzas de nuevo o continúas para ser una agradecida y mejor mujer. Esa que refrenda intermitentes hologramas con la pesadumbre de aquella madrugada, de aquellos que viste pasar a la rápida cada mañana y nunca saludaste, de los niños bañados de inocencia con los que cruzaste una sonrisa maternal, de mujeres que como una también tenían su personaje diario y que a esa hora, en esos momentos de balanceo estrepitoso, nos la quitamos siendo más auténticas que nunca en la vida, heroicas algunas y vulnerables otras.

En fin, todo comenzó mientras trataba de dormir - ja! mirando televisión aburrida - y al sentir un leve balanceo, apliqué razonamiento etílico - casi sublime – porque era necesario que la tierra ajustara sus placas tectónicas, que el avance de subducción debía liberar la energía como hace millones de años lo hace…y en el intertanto, escuche un sonido de vidrio precipitado al piso y decidí interrumpir mi conexión kármica a la tierra.


Me fui a la calle fuera del área de derrumbe del edificio, mirando a la gente aglutinándose, desamparada, llorando, gritando, trayendo sus mantas a cuestas, con niños casi dormidos viviendo una pesadilla o una aventura.
Me quedé allí observando alrededor el comportamiento de cada persona que podía ver, en grupos o a pares, solos, solas, todos con la sensación de angustia no únicamente de perder sus pertenecías…sino de no lograr comunicarse con sus familias, amigos y seres queridos.
Intenté llamar desde el primer momento, porque antes que nada tras interrumpir mi pensamiento abstracto acerca de la liberación energética de la tierra casi poéticamente, llamé a mi amado, para comunicarle lo que acontecía, no hubo respuesta…horas más tarde me enteré que mientras sonaba el teléfono ya estaba camino a las escaleras.
Pero bueno…lo cierto es que no conseguí comunicarme con nadie durante una hora…finalmente mi teléfono más deteriorado…el que pasó a mejor vida por otro más “estéticamente moderno” me logró comunicar con mi hermano, el hombre protector que un día en su infancia mas mimada me rogaba llevarlo en brazos por la playa por que la arena le quemaba los pies…si, aquél…venia en mi búsqueda.
Durante ese tiempo, decidí subir nuevamente…para abrigarme un poco, para buscar mi cartera y algo de maquillaje - sí, y qué, digna, digna hasta que muera - mientras subía por las escaleras, alerta y temerosa recurrí a lo trascendental y pedí a Dios, que hiciera su voluntad…que no me dejara atrapada allí, pues su voluntad es lo que uno quiere...

Antes de bajar recorrí todo el departamento, dimensionando el desastre con las tripas compungidas, poniéndome cada zapatilla...pero me interrumpí y respire profundo al evaluarlo fríamente, no estaba tan mal.
Cerré la puerta con llave y ofrecí a Dios el destino de lo que allí dejaba, esta vez sin condiciones.
Consideré que dos minutos había sido suficiente y bajé muy rápidamente.
Todo este capítulo, termina cuando mi hermano logra encontrarme, con su menuda familia, con mi pequeño pero el mayor de los sobrinos, exaltado, casi viviendo una aventura, y quien me grita lo que termino con todo aquello ¡Tía vinimos a rescatarte!
Y yo sentí que así había sido...
No diré nada más, porque todo desde allí en adelante comienza a desenfundar emociones contrapuestas, porque me tocó en parte una aventura que puedo contarla con esta tranquilidad, porque mas allá de lo que relato con errores…me queda la sensación extraña de la fortuna que tengo frente a todo lo que no fue para otros.

Y eso es lo que guardo…respeto, intenso, profundo, contenido, emocionado hasta las tripas y el corazón trastocado…a todos quienes quedaron mirando olas venir, muros caer y sueños partir.
Hoy me levante, con todo esto aprisionado…pero lo libero, porque quiero disfrutar lo que me ha sido nuevamente otorgado.
Mitzuko